Cuando el silencio se hace piedra

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Cuando el silencio se hace piedra

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Los hechos dolorosos acontecidos hace poco en Chile produjeron mermas humanas y materiales, deterioro del paisaje y destrucción del patrimonio arquitectónico. El desarraigo, deshumanización e instrumentación de la muerte como pérdida de lo sagrado inspira las últimas esculturas en granito de gran formato del destacado artista nacional. Desde una óptica positiva, su intención es acercar al espectador a una interacción con el silencio, el vacío, la ausencia, tallando huecos de cobijo en las piedras como verdaderos espacios de luz para un cuerpo ausente o para sus espíritus.

 

Vicente Gajardo, escultor de huesos

En medio del clásico paisaje rural de la Región de O’Higgins, a la orilla del río Cachapoal, al lado del pueblo Lo Miranda (fundado en 1577), se encuentra una texturada pirca de piedra con una singular forma saliente. Entre clava y argolla, como un arcaico y enigmático rótulo, anuncia el taller y la casa de Vicente Gajardo. Detrás de esta cinta pétrea, se encuentra el terreno donde el escultor habita y colecciona los granitos que rastrea, selecciona y acarrea desde la cercana cantera de la Rinconada de Doñihue, para realizar sus imponentes obras.

Los talleres de escultores son siempre espacios peculiares, en los que todos los volúmenes se transforman en figuras, y este lugar no es la excepción. El dinámico orden y la compleja organización de las áreas de trabajo que rodean la labor del escultor sugieren que cada detalle sea descubierto como extensión de su obra. La potente luz del cielo y la impregnante pátina de materia calcárea transmutan cada herramienta o mueble en esculturas de Gajardo. El territorio se convierte en un rompecabezas tridimensional, cuyas piezas adquieren un peso visual específico por la precisa colocación de cada objeto en el espacio. Los árboles fueron seleccionados, plantados y podados para enseñar su volumétrica corpulencia, color o translucidez; el conjunto de arbustos fue elegido por sus texturas, armando bajorrelieves; cada piedra o trazo de camino marca y limita sectores dándole un marco a los cuerpos arquitectónicos o a las obras ya terminadas, situadas en estratégicos ejes.

Su refugio o laboratorio está en el segundo piso del taller techado, donde se encuentran las maquetas de estudio sobre una mesa y los libros tapizan los muros. Este espacio sirve de observatorio, proyectando vistas aéreas sobre el parque/taller que contiene los monumentales bloques de granito que han echado raíces, reposando a la espera que madure la visión y el impulso del escultor, para así despertar su fuerza interna, que gravita y se irradia. Y aunque Gajardo, con maestría, ya la adivinó, su actitud es de mucho respeto y modestia, dejando que el milenario material respire y se exprese sin cambiar su ritmo ni armonía original. Conviven así, en sus obras, lo modificado por el escultor con la esencia de la roca en bruto.

El trabajo se realiza al aire libre con una formidable luminosidad, muy necesaria para producir las imprescindibles sombras que irán dibujando el vital mapa cartográfico en la piel del granito, para desarrollar el complejo proceso de desbaste y pulimento. Gajardo no es un escultor modelador, es un tallador de formas y volúmenes; no se sabe si él escogió la piedra por una necesidad superior o la piedra lo eligió a él para tener una formidable voz. Lo que sí se puede aseverar es que está inextricablemente enmarañado con la piedra, o mejor dicho, con los huesos de la tierra, de por vida.

Benjamín Lira 

 

Fechas: 24 de mayo al 20 de junio de 2011.
Horario: Lunes a domingo, 9 a 22 hrs.
Lugar: Plaza Central, Centro de Extensión.
Entrada: liberada.
Convenios: