Invitados a tomar el té

cine

Anteriores

2024

Mujeres Icónicas del Cine

Confrontación y redención: El Cine de Sam Peckinpah

Ciclo de cine: Nueva Zelanda

Ciclo de cine: Latinoamericano

Cine: The Beatles

Cine: Canadá

Cine: Festival de cine Europeo

Cine: Vampiros

Cine y ciudad: Luces de Nueva York

Cine Westerns sin fronteras: de Hollywood al mundo

Yasujiro Ozu: Cine y humanidad

Bernard Herrmann: Música para el cine

Viaje al horror

  •  

    Invitados a tomar el té

    Imagen 1440

    El punto de encuentro entre nuestra obra radica, en líneas generales, en las condiciones de producción que la originan, a saber, el hecho de ser argentinas residentes en la ciudad de Santiago. Este hecho anecdótico se ve resignificado cuando observamos cómo nuestra producción de obra está directamente atravesada por esta condición, ya sea por la influencia del medio en el que nos encontramos, como por las temáticas que desarrollamos.

    Así, como resultado del sinnúmero de conversaciones e intercambios propiciados por la diaria convivencia en nuestros talleres vecinos, surge la necesidad de esta exposición.

    Invitados a tomar el té es un título que hace alusión a una canción infantil de la cantautora argentina María Elena Walsh. A partir de su letra, proponemos a través de este conjunto de obras una forma posible de habitar un espacio irreal, subjetivo e inhabitable.

    La obra de Sofía Donovan consiste en una instalación. Para su disposición, se empapela un sector de la sala con un papel floreado que abarca tanto muro como piso. Sobre esta sección delimitada por el papel mural, esculturas de formas orgánicas hechas de cerámica esmaltada se disponen sobre distintos asientos, junto a una mesa en las que se encuentran diferentes objetos que remiten a la ceremonia de tomar el té. Estos seres-esculturas nacen de los llamados milagros necesarios de San Isidoro, e instauran el lugar de la otredad a través de su presencia caprichosa y absurda en un ámbito cotidiano (como lo son mesas y sillas). Metáforas de la adaptación de lo extraño o lo ajeno dentro de una sociedad, nos recuerdan cómo las personas definen sus propios parámetros de lo normal a través del enfrentamiento con lo raro.

    La obra de Elena Losón, Las cuatro estaciones, consta de una serie pinturas de técnica mixta sobre MDF. Cada una presenta un autorretrato frontal de cuerpo entero de época de infancia, siempre respetando la misma relación de proporción entre figura y fondo. Las imágenes apelan a una sensación de vacío dada por la gran cantidad de espacio sin intervenir que rodea a la figura. En conjunto, sin embargo, la serie evidencia una suerte de detenimiento sobre la niñez, figurado a partir de la constante repetición de la niña, que no crece, contrastado con el paso del tiempo que se manifiesta en los cambios de vestuario. Las cuatro estaciones es un trabajo autorreflexivo, que se detiene sobre la propia imagen para constatar la inevitable inmensidad de nuestra existencia.

    Mientras que una obra habla de cómo se habita un espacio desde su omisión o no representación, la otra nos presenta, contrariamente, el espacio habitado por formas que remiten más a una ocupación fenomenológica del lugar. Lo fantástico, o el plano de la irrealidad, se hace presente tanto en la extrañeza de cuerpos antropomórficos y viscerales como en la representación reiterada de un personaje que interrumpe su narración en la frontalidad de su descripción.

    Ambas obras, en comunicación, relatan la adecuación de un cuerpo a un territorio, -el del arte, el de la ciudad, el del lugar que sentimos ocupar-, territorio que su vez se ve redefinido por la confrontación inevitable con la mirada del extraño.

    Así, el tema de la habitabilidad de espacios subjetivos se ve complementado con la aparición del tiempo como una condición necesaria para este habitar. En las pinturas, el tiempo aparece en la repetición continua de una imagen estática, es decir, en su contrario: la representación de una atemporalidad. El dibujo como medio para representar al personaje de la niña se convierte en una suerte de ejercicio de reconocimiento, es decir, el dibujo como pensamiento. Complementariamente, en la instalación aparece la sugerencia de un acontecimiento absurdo: el de la reunión de criaturas de cerámica para desplegarse en un ámbito humano. Entonces, el espacio habitado es un lugar que se construye desde la propia subjetividad, desde las definiciones de territorio y de habitar que cada una de nosotras propone complementariamente.

    Por último, esta exposición instala en el ámbito de exposición chileno una propuesta artística que cruza las influencias que hemos recibido en el ámbito local, junto a nuestras particulares formas de abordar el quehacer artístico desde la experiencia de situarse como el otro en el habitar un territorio nuevo. Ambas obras hablan de la adaptación, del acontecer del extranjero apelado desde un espacio más emocional que territorial, de cómo elaboramos estrategias para habitar espacios, y otras veces, de cómo esos espacios nos habitan a nosotros.

    Elena Losón y Sofía Donovan

    Fechas: 7 al 30 de noviembre de 2012.
    Horario: Lunes a sábado, 10 a 20 hrs.
    Lugar: Ex Sala Blanca.
    Entrada: liberada.
    Convenios: